Anoche, mientras sentía mis dedos en la masa esponjosa, necesite
algo más aparte de música para acompañar el momento. Me prepare un mate amargo
con yuyos y de repente mi nariz estaba al altura de una mesada de mármol blanca, enharinada, lleno de círculos
de masa. Comencé a escuchar la radio am, el olor a levadura me envolvió, me recordé
mirando hacia mi izquierda y ver una
señora con delantal que me dice: moja los deditos así, me toma el dedo índice y lo humedece en agua para luego
pasarlo suavemente, como para dejar un rastro de agüita en el contorno de la
masa redonda;luego recordé, que después de mucha práctica y prestar atención fue
la prueba final: el como cerrar la empanada árabe para que en el horno no se
abriera.
De ella solo aprendí mirando, imagino que también lo hizo mirando y practicando de la mano de su suegra.
Ella era mi abuela María Luisa,
porque así siempre con ese título completo la llame. Capaz que el aroma a levadura
de los sábados a la mañana y de su mate con peperina, fueron los que me llamaron en mi cocina.